miércoles, 27 de febrero de 2008

Animita.



La aparición de animitas en los espacios de tránsito público, establece una marca de significación ritual que recuerda por sobre todo el sitio en el cual ha acontecido una muerte trágica. La tradición popular narra que, si bien es cierto los restos del inocente descansan en el cementerio, su alma deja impresa su huella en el sitio de su desaparición. Por ello familiares y amigos construyen en el lugar, un espacio para recordarlo, para conmemorar su vida, para redimir su muerte.
Cada año, el Estadio Nacional, uno de los primeros centros de detención y tortura después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, es visitado por numerosas personas, quienes acompañadas de velas convierten este sitio en un lugar sagrado de encuentro colectivo.
Rompiendo con la homogeneidad topográfica, pública y cotidiana del Estadio, los asistentes realizan acciones de reparación simbólica que recuerdan a las víctimas y posibilitan que este lugar, sellado por la violencia dictatorial, se abra como un signo de la memoria colectiva que patentiza la fractura de los sueños, evidencia la cicatriz de los cuerpos, y por sobre todo, nos convierte de una u otra manera en los sobrevivientes de un relato oscuro en la historia chilena. Quizás por ello, nadie se cansa de colocar velas alrededor del recinto
Bajo este contexto conmemorativo, el colectivo NICHOECOLOGICO, realizó una acción instalativa** de caracter colaborativo bajo dos preceptos fundamentales: la evocación poética frente a la muerte y la necesidad de vincular lo sucedido con nuestra propia experiencia significante, mediante las huellas impresas de los pies y la construcción de un velatorio.

** acción realizada en el frontis del Estadio Nacional, velatón del 11 de septiembre del 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...
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